18.7.11

La Escuela vienesa de Realismo Fantástico

Ernst Fuchs
Arik Brauer
Wolfgang Hutter
Rudolf Hausner
Anton Lehmden

La escuela vienesa de Realismo Fantástico


Para mi investigación del arte fantástico en México a principios de este siglo, voy a comenzar por tomar la explicación que, en su libro Arte fantástico, hace Walter Schurian, psicólogo austríaco con estudios en sociología y antropología. Él aclara que el arte fantástico ha existido desde siempre y esta básica diferencia con otras categorías artísticas explica que existan contenidos y fórmulas fantásticas en el manierismo, el surrealismo, el dadaísmo y en muchas corrientes y épocas, incluso desde las culturas primitivas. Es decir, no ha existido el arte fantástico como tal en el siglo XX, no ha sido corriente, ni escuela, ni empeño común. Sólo desde la perspectiva contemporánea, se le puede considerar un género, pero su clasificación es a posteriori. [1]
La primera clasificación la hizo el crítico e historiador vienés Johann Muschik, quien adscribió el Arte fantástico a la Escuela vienesa del Realismo Fantástico. Quienes fundaron esta escuela, en 1948, fue un pequeño grupo de pintores austríacos bajo la influencia del maestro Albert Paris Gütersloh: Ernst Fuchs, Arik Brauer, Wolfgang Hutter, Rudolf Hausner, y Anton Lehmden, quienes influenciados por los descubrimientos sobre el psicoanálisis se aventuraron a explorar y a representar plásticamente  el inconsciente de manera consciente por medio de fantasmagorías, paisajes imaginarios, visiones, mundos subjetivos controlados por un espíritu racionalista. Su fuente de imágenes simbólicas proviene de las tradiciones místicas y religiosas de Europa y en lo que respecta a su plástica, este grupo estaba al otro extremo de las escuelas de arte abstracto, las cuales dominaban la escena artística en la segunda mitad del siglo XX, y son mayoritariamente pintores figurativos. Muschik hace alusión a la diferencia que existe entre los surrealistas y los del grupo vienés; esta la caracteriza por la ausencia del absurdo, la paranoia y la alucinación. [2]
El reconocimiento y aceptación del público europeo hacia el Realismo Fantástico no ocurrió hasta el año 1962, cuando se organizó una exhibición de 23 pintores que representaban a la Escuela de Viena, y luego en 1963, cuando el crítico de arte Wieland Schmeid  escribió el libro Malerei des Phantastischen Realismus / Die Wiener Schule (Pintura del Realismo Fantástico / La Escuela de Viena). En 1965 este mismo crítico e historiador organizó una exposición itinerante de la Escuela de Viena en Hanóver, la cual viajó por toda Alemania. El crítico de arte Hanns Theodor Flemming escribió: “Esta exposición, organizada por Wieland Schmied, es un evento de primera clase. La exhibición abre las puertas a un mundo mágico extrañamente fascinante y hasta ahora pasado por alto, además nos estimula a reexaminar los actuales criterios establecidos y a ver con una mirada fresca los nuevos problemas y posibilidades de la pintura. Están rompiendo (La escuela de Viena), sobre todo, con la demanda de una ‘pintura pura’ (propuesta por Cézanne), la cual debiera de estar libre de los contenidos literarios, simbólicos y sicológicos. Para la Escuela de Viena no hay oposición de categorías y ellos no creen que el ‘arte formal’ llega a un nivel superior sólo cuando carece de contenido literario. Aunque podemos detectar fácilmente las influencias que tienen, desde los antiguos maestros hasta los surrealistas clásicos, esta escuela no está retrocediendo ni está siendo ecléctica, su calma provocadora es excitante y su claridad es abrumadora…”. Más tarde Schmied definiría al arte fantástico como todo arte que carece de la aquiescencia evidente de una época. [3]
Según el historiador Johann Muschik, la Escuela vienesa tiene muy poco en común con los surrealistas, quienes perseguían una plástica más abstracta y automática, la cual derivó más tarde en la escuela americana del expresionismo abstracto. Una gran diferencia con los surrealistas es que los realistas fantásticos abordan grandes temas, como son la guerra y la paz, la cultura y la naturaleza, lo racional y lo irracional y las problemáticas psicológicas. Existe una filosofía en su pintura y claramente es de naturaleza dualista, la cual hace eco de las filosofías de Nietzsche y Schopenhauer y de las teorías psicológicas de Freud y Jung. Se pueden rastrear en ella antiguos mitos y creencias, especialmente los cosmogónicos y mesopotámicos y ver representaciones del clásico enfrentamiento entre lo apolíneo y lo dionisíaco.[4]
La descripción que hace Muschik de los artistas de esta escuela revela mucho de una época en que se afianzaban las prácticas psicoanalíticas. Él comenta que la obra de estos artistas representa el otro lado del mundo exterior;  el opuesto imaginario expresado con la ayuda de asociaciones lógico-ilógicas, analogías y simbolismos que pueden ser vistos como una realidad alternativa. Como en los sueños, las categorías de la realidad exterior, del tiempo y el espacio se disuelven, causa y efecto son intercambiables, y el mundo infinito del alma puede navegarse, explorarse y presentarse, con la ayuda de la imaginación y la fantasía a través de la actividad artístico-creativa. Menciona que cuando hay cambios revolucionarios que se vuelven extremadamente amenazantes para individuos sensibles y cuando debemos enfrentarlos de todas maneras, entonces la fuerza interior se vuelve excepcionalmente fuerte. Y continúa, Muschik, muy en la línea de Jung, diciendo que el otro lado es un refugio interior, un retorno a una existencia primigenia, y que sumergirse en lo onírico-consciente no solo significa la libertad sino un empoderamiento que nos permite volver renovados para lidiar con la realidad del mundo exterior. La obra de los realistas fantásticos no avoca el escapismo, ellos se vuelven hacia adentro para tomar fuerzas del poder interior y posiblemente ganar una nueva perspectiva para conquistar la fe aumentando los límites de nuestra percepción y conciencia. También es un mapa a una visión poética del mundo que no está estructurada según categorías estéticas sino que en organismos libres, abiertos en todos lados. Por eso es un intento de una síntesis, que combina dentro del mito de la fantasía el micro y el macro cosmos, lo exterior y lo interior, luz y oscuridad, día y noche, sol y luna, cielo e infierno, religión y magia.
Por último, Muschik hace una declaración bastante osada sobre este grupo de artistas y dice que son constructores de mitos y como tales son la continuidad de los artistas del renacimiento que traen a la luz el conocimiento del otro lado que no es visible a todos. El artista es un místico o poeta que visto desde el presente desmitologizado lleva la bandera del nuevo Romanticismo y gracias a su arte un aspecto del mundo se vuelve visible para nosotros. Es la sensibilidad del artista, esta capacidad que los diferencia de los demás, lo que hace que sea su deber volver visible lo que se ha desdeñado, suprimido, consciente o inconscientemente. Los realistas fantásticos hacen uso del ojo del niño, mirando con asombro y completa atención a todo alrededor. El ojo del niño que ve pero que no etiqueta ni clasifica lo que ve. De esta manera todo se vuelve colorido y rico, y por su novedad tendemos a poner atención en cada detalle. Porque cuando creemos que sabemos lo que es una cosa es que tendemos a clasificar, eliminar, reducir para que quepa en los compartimentos de las ideas preconcebidas.[5]
La relación que hace Muschik sobre este movimiento del ser humano de volverse hacia adentro en períodos de mucha amenaza exterior y luego producir una obra llena de fantasía, simplemente no aplica siempre, ni menos en México donde la violencia no ha hecho que los artistas se vuelvan hacia la fantasía interior sino a reproducir lo mismo que hay afuera. O eso parece en este punto de mi investigación. Creo que la motivación de los artistas del realismo fantástico de Viena más coincide con las exploraciones intelectuales de gente interesada en los nuevos descubrimientos sobre la psiquis del ser humano, por un lado, y por otro, coincide con lo que el pintor Otto Rapp considera que es el valor máximo de este grupo: el interés por la conservación y continuación de la destreza y conocimientos del oficio del pintor en medio de todas las tendencias de la segunda mitad del siglo XX, la cual nunca dejaron de ver como superfluas.





[1] Arte fantástico, 2005, Walter Schurian.
[2]Johann Muschik, 1974, Die Wiener Schule des Phantastischen Realismus, citado por Otto Rapp en su Ensayo publicado en línea The Vienna School of Fantastic Realism (La Escuela de Viena de Realismo Fantástico). http://www.vagallery.com/page66.html [15/08/2016]
[3] Misma fuente anterior.
[4] Misma fuente anterior.
[5] Misma fuente anterior.

10.7.11

el medio ambiente


Ahí viene la sangre | óleo sobre tela | 45 x 60




la enredadera | óleo sobre tela | 45 x 60


La búsqueda de soluciones para el tema de la figura y el fondo ha dado un par de frutos: dos cuadros nuevos que los he usado para explorar este tema de lo plano y ... lo tridimensional-que-también-es-plano, porque todo es plano en una tela. Esta dualidad que no es dualidad pero que sí son dos modos de representación me intriga mucho.
Viendo la pintura del virreinato con detención, veo que esos pintores, algunos anónimos, también tenían que resolver este asunto. Es decir, todos los pintores saben que una tela es un plano y llegan al punto en que tienen que decidir si absolutamente todo en el cuadro será ilusión o habrá cosas que sean lo que son, es decir, trazos, líneas, manchas, ornamentación, sólo color, etc. La pintura abstracta no cuenta una historia y por eso goza de la libertad para ser lo que es, trazos de un ser humano sobre una tela. La huella del artista en la tela, su trazo, su ornamento, esa es la herencia de la pintura de los tiempos modernos y por mucho que me tiente la pintura clásica, siempre quiero sentir el poder, la libertad de decir: éste es Mi gesto.
He observado en algunas pinturas de la época del virreinato, de la escuela limeña sobretodo, que esos pintores también jugaron con los ornamentos por sobre el realismo del cuadro: son decoraciones que no obedecen a perspectiva ni gradaciones lumínicas que indiquen volumen. Otro ejemplo más popular es Klimt y su mezcla de carne y plano decorativo.

El ornamento del interior del fruto, en el cuadro de más arriba que se llama Ahí viene la sangre, es una copia de un ornamento usado en el cuadro Transverberación de Santa Teresa (anónimo, Museo de Arte Virreinal del Monasterio de San José y Santa Teresa, Arequipa, Perú, que ahora se expone en el Palacio Iturbide). En mi versión, no hay pinceladas con polvo de oro, sino un dibujo sobre óleo fresco con un pincel muy gastado casi romo, como un micro-graffiti.

Por otro lado me interesa el cuerpo imaginado, el cuerpo como avatar, el cuerpo emocional, el cuerpo que piensa y siente. Ni la naturaleza con toda su gloria me distrae de lo que quiero retratar con más ganas: el ser invisible. Y lo quiero hacer lo más real posible, pintado con la técnica realista que mejor pueda hacer. Así es como llego a esta dicotomía del cuerpo y su ambiente, a dos planos de representación, uno que por no tener sustancia material parece fantasioso y el otro que no pretende ser nada más que lo que es, una tela pintada de colores.

Ambos cuadros están a medio camino aún. En ambos he tratado de cuidar las líneas lo más posible y empecé a usar un palo como apoyo para mi mano. Este trabajo de detalle resultó del entrenamiento de los dibujos en el libro de artista que he estado rayando. Digo resultó, porque no me explico cómo es que ahora quiero que el cuadro esté mucho más detallado de lo que nunca he querido hasta ahora.

En cuanto a los círculos en el cuadro La enredadera, no se me ocurrió otra cosa más que usar un compás para solucionar lo que parecían tortas de betabel. No sé si la tela haya sufrido tanto con esos hoyitos como para que en un futuro se rompa, pero lo dudo. Por ahora tapé los hoyitos con un impasto líquido.

4.7.11

Libro intervenido 13,14,15,16




De los pintores que menciona Ida Rodríguez Prampolini ya más para los años 60 el que sin duda me impresiona más es Friedeberg. El cuadriculado es una herramienta bastante automática, un truco super simple para crear superficies.
El trabajo detallado y obsesivo da sus frutos que son mayor profundidad y riqueza. Se ve la evolución cuando comparo estos con los primeros que hice de este libro. Trabajar clavadísima en estos dibujitos en blanco y negro es un ejercicio que me prueba, una vez más, que tengo que dejar de pensar en el final, en la obra terminada y tengo que adentrarme en cada una como si tuviera todo el tiempo del mundo, sin prisa, sin pensar que ya estoy vieja para esto, ni que se me va acabar la plata. La maestra tiene razón: es un acto muy consciente esto de volverse inconsciente: el que diga lo contrario, miente.